Semana movidita si se quiere, sobre todo dentro del cuerpito de la ratita que, como muchas ya saben, tiene la particularidad de ensanchársele el alma y quedarle chica la piel y eso la pone un tanto fastidiosa.
Semana plagada de contestaciones groseras, comentarios huecos y llenos de rencor, desidias llevadas a la enésima potencia y sinsabores gratuitos.
Con una lectura absurda el día de hoy de un texto redactado en una bitácora por Don Nadie que vino a ser gráficamente la frutilla del postre.
Con el almita en cortocircuito salií a recorrer mundo con el fin de tomar aire puro y serenarse.
Se sentó en el banco de la plaza para lamerse sola las heridas cuando se le acerco una anciana, tomo asiento a su lado, la miro fijo a los ojos y le dijo:
_ Voy a contarte una historia, prestá atención...
Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años y un burro.
Decidieron viajar, trabajar y conocer mundo. Así, se fueron los tres con
su burro.
Al pasar por el primer pueblo, la gente comentaba: Mira ese chico mal educado! El arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, llevándolo de las riendas!.
Entonces, la mujer le dijo a su esposo: No permitamos que la gente hable mal del niño.
El esposo lo bajó y se subió el. Al llegar al segundo pueblo, la gente
murmuraba: Mira qué sinvergüenza ese tipo! Deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima!.
Entonces, tomaron la decisión de subirla a ella al burro mientras padre e
hijo tiraban de las riendas.
Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: Pobre hombre! Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! Y pobre hijo qué le espera con esa madre!.
Se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres para comenzar
nuevamente su peregrinaje. Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que los pobladores decían: Son unas bestias, más bestias que el burro que los lleva, van a partirle la columna!
Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: Mirá a esos tres idiotas: caminan, cuando tienen un burro que podría llevarlos!
Al terminar con el relato, la abuelita hizo una pausa, acarició la cabeza de la ratita y le sentenció con esa sabiduría que dan solo los años:
Siempre te criticarán, hablarán mal de ti y será difícil que encuentres alguien a quien le conformen tus actitudes.
Entonces: vive como creas!, haz lo que te dicte el corazón. . . Lo que sientas!
Una vida es una obra de teatro que no permite ensayos...
La ratita dio gracias infinitas a la anciana, creyó una vez más en las causalidades y no en las casualidades y se puso en marcha mientras en su cabeza ya comenzaba a correrse el telón
Mientras pensaba...Vamos Ati...canta, ríe, baila, ama !!!!! y vive intensamente cada momento de tu vida... antes que el telón baje...
y la obra termine sin aplausos.
Habrá que quemar todas la formas,
acabar con todos los silencios
construir nuevas costumbres
y aprender otra forma de mirar.
Se tendrá que dar distinta voz a las respuestas
y crear un nuevo caos establecido
para que los muertos
no estén tan muertos
y las sombras no nos cubran los dedos.
Se deberá decir lo necesario
para que sonrían los niños desnutridos
y las parturientas no deseadas
arrojen sus secreciones en las cloacas
que desembocan en la plaza de Alejandría.
Se deberá respirar el aire putrefacto
de las Venecias que se deslizan,
que reptan, que fluyen
bajo los puentes inmemoriales de la existencia.
Habrá, sin duda alguna,
que darle al hombre una banana
para que recuerde sus orígenes
de primate peludo y solitario.
Habrá que morir muy de a poco
para que se pueda comprender
la sombra de los relojes solares,
y finalmente, sin que a nadie le importe,
se deberá besar a la mujer más fea
para ver la sonrisa del espanto
en la cara de un ángel gordo y capitalista.
Habrá, simplemente, que delirar un poco
para ocultar estas ganas de llorar
que nos sacuden.
Tal vez no es que no exista el remedio sino que muchos de los LOCOS que andamos sueltos nos negamos sistematicamente a ingerirlo ya que nuestra condición nos permite seguir transitando un mundo desvastado y sin sentido.
Un día me crucé con Virginia de Gondi (miembro vitalicio de algún loquero), de aquel encuentro surgió este juego de colores y poesía que les acerco...
Y la ratita camina agazapada por si aparecen a ponerle el chaleco...besos.